Por Yolanda Vallet
La familia es un sistema. Todo lo que afecta a uno de sus integrantes, por fuerza afectará a los otros.
No existe una familia en la que todo sea armonía y no existan problemas. Ese es un ideal que no solo es falso sino dañino porque favorece la negación, el rechazo y el ocultamiento de dificultades y, en consecuencia, nos aleja de la posibilidad de hacer algo al respecto. Además de enviar mensajes equivocados que deterioran los vínculos y afectan la autoestima.
Una familia funcional es aquella que desarrolla capacidades para lidiar entre sus integrantes. La forma de tratar con las dificultades y los enojos en el entorno familiar no es intentando minimizarlos o ignorarlos, sino por el contrario, reconociendo su existencia e identificando las situaciones adversas que generan.
El conflicto es recurrente en las familias que tienen algún integrante con TDAH, ya que la persona que tienen esta particularidad tiene disminuido el control inhibitorio de sus acciones por lo que buscar una solución puede ser un proceso complicado, exagerado, agresivo e incluso infantil.
Cuando se trata de un niño o adolescente que presenta algún conflicto, los padres deben de ser comprensivos y tratar de modificar la conducta a través de estrategias proactivas para que el comportamiento de su hijo con TDAH no sea motivo de juicio, crítica o enjuiciamiento entre los padres. En este sentido, en muchos ocasiones el manejo inadecuado del conflicto entre la pareja o entre miembros de la familia lleva a un deterioro de la relación o a tensión en el hogar.
Como padres debemos asumir la responsabilidad de generar dentro de nuestra familia un clima de apertura hacia el planteamiento y resolución de dificultades. Igualmente debemos estar abiertos y receptivos a las dificultades que están padeciendo los otros integrantes de la familia, aun cuando lo que vayamos a escuchar no nos agrade del todo. La empatía y la escucha reflexiva son excelentes herramientas que podemos utilizar.
Cuando alguien nos cuenta sus problemas, por nuestra propia naturaleza tendemos a externar soluciones que tal vez no sean pertinentes para todos los casos, y no consideramos que las necesidades de esa persona probablemente sólo sean la búsqueda de comprensión, consuelo y acompañamiento.
Es difícil tolerar el dolor de aquellos a los que amamos, pero si nos precipitamos en un intento de “arreglar las cosas” estaremos atendiendo más nuestra propia angustia que la de quien tiene el problema.
En este entendido, a los niños hay que darles la seguridad del amor de papá y mamá. Así también, es necesario fortalecer las relaciones que se forman hacia los otros, nuestro modo de compartir, de competir, de ayudar, de defendernos y de cooperar requiere de un proceso de socialización con hermanos, amigos, familiares, etcétera.
Es así que la relación con un hermano es el primer modelo que tenemos en la vida de una relación entre pares.
Por tal motivo, las relaciones más cercanas, ya sea entre padres e hijos o entre los propios hermanos requieren de nuestro cuidado, y exige que pongamos de nuestra parte para mantenerlas saludables.
Estás situaciones naturalmente son complicadas, más aún cuando alguno padece TDAH y otro u otros no lo tienen. Ellos pueden percibir diferencias en el trato y en las exigencias que hay hacia ellos y eso crea rivalidad y sentido de inequidad.
Algunas herramientas para resolver el conflicto son:
– Reconocer y aceptar las diferencias.
– Establecimiento de reglas en el hogar
– Comunicación asertiva como voz baja y calmada, no interrumpir, respeto, mismas oportunidades para hablar.
– Enfocarse en la solución del problema más que en buscar un culpable.
– Hablar desde uno mismo, desde los sentimientos y necesidades.
– Buscar ser parte de la solución.
Si las discusiones se llevan a cabo de manera justa y con madurez, el niño, el adolescente y toda la familia saldrán beneficiados y servirán de crecimiento.
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