Por: Maira Gutiérrez Moreno
Todos hemos pasado alguna vez por una mala noche y sabemos los estragos que la falta de sueño provoca al día siguiente.
De acuerdo con científicos de la UNAM, la falta de sueño afecta la estabilidad de la atención, la memoria de trabajo, ocasiona la toma de decisiones más arriesgadas, reduce la flexibilidad cognitiva y ocasiona alteraciones del humor, entre otros efectos (Carillo, Ramírez y Magaña, 2013).
Es fácil imaginarse como todos estos síntomas pueden potenciar la inatención, la impulsividad y el déficit de funciones ejecutivas de las personas con TDAH y no se necesita ser ningún experto para llegar a la conclusión de que los niños con TDAH, los buenos hábitos de sueño cobran una importancia muy particular.
Desafortunadamente, en estudio en la revista Sleep Research (2016) encontró que los niños con TDAH tienen mayor dificultad para conciliar el sueño y duermen en promedio 45 minutos menos que los niños sin TDAH. Por si esto fuera poco, el mismo estudio también concluyo que los niños con TDAH experimentan más trastornos de sueño.
Ante este preocupante panorama, es importante identificar cualquier síntoma de falta de sueño en nuestros hijos, estudiantes o pacientes: cansancio en las mañanas, quejas constantes de que no pudieron dormir, falta de concentración e irritabilidad mayor a la que muestran normalmente son algunos de los signos de que existe un problema de sueño que hay que resolver.
La National Sleep Foundation de estados Unidos (2016), recomienda que los niños entre 7 y 11 años duermen entre 9 y 11 horas por noche, aunque las necesidades de sueño pueden variar de una noche a otra, lo más importante es que el sueño sea siempre reparador, es decir, que al despertar, tu hijo, estudiante o paciente se sienta descansado y con energía, y que esta energía no se agote en las primeras horas del día.